La crisis climática y el calentamiento global nos alcanzaron, paradójicamente nos cayeron como un balde de agua fría. Aquí algunos datos: del agua que rodea la Tierra sólo el 2.5% es dulce, apta para uso doméstico, industrial y agrícola; Latinoamérica posee un 1/3 del agua dulce pero su distribución es dispar, pero 36% de su superficie sufre estrés hídrico. 80% de la población en la región de América Latina está en zonas urbanas donde los recursos hídricos son escasos.
En la historia de la Humanidad siempre hay intereses que guían las agendas, pero hay una común: la de los Derechos Humanos que es transversal a todos, sin importar dónde estés, el derecho humano al acceso al agua, a la salud, a la libre movilidad.
Nuestro impacto es multisectorial porque en América Latina, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, el 85% de las enfermedades se asocian con agua contaminada o la carencia de agua; el 40% de las cuencas de la región han perdido más de la mitad de la cubierta de árboles que deberían tener. Este dato me inquieta y me duele, el 70% del agua que usamos en las ciudades, en la industria y la agricultura, la estamos regresando a los ríos sin tratamiento, nos auto contaminamos. Sólo podremos avanzar en la medida que podamos tener interlocución en todos los sectores, sin dejar ninguno afuera, sin dejar a nadie atrás.
Es necesario abordar la seguridad hídrica desde la perspectiva doméstica, cuando hay agua y saneamiento en las casas y resiliencia de las comunidades a los desastres naturales adaptándose lo mejor posible. En lo económico, cómo apoyamos las actividades productivas de la agricultura, la generación de energía y de alimentos, pero, sobre todo, en lo político, como se aborda este derecho de vital relevancia por gobiernos y autoridades, desde las perspectivas locales donde los gobiernos municipales tienen mucho que hacer y mantienen una deuda histórica con el compromiso social y ético de garantizar de forma universal el acceso al vital líquido.
En octubre próximo, con la renovación de los ayuntamientos en los 123 municipios de nuestra entidad, se abre una nueva posibilidad de asumir los retos bajo un compromiso que vaya más allá de objetivos escuetos plateados sobre papel muerto que algunos llaman Plan de Desarrollo Municipal.
 
			 
		