El gobierno que encabeza Eduardo Ramírez Aguilar ha decidido construir su proyecto político sobre pilares inquebrantables: autoridad moral, honestidad y transparencia institucional. Durante la instalación del Comité de Transparencia para el Pueblo de Chiapas, el gobernador fue enfático: “No recibo a proveedores, ni contratistas… nadie tiene autorización de utilizar mi nombre para sacar algún beneficio” . Con estas palabras, dejó claro que su administración obedece a un compromiso profundo: servir, no saquear.

Este enfoque honesto no es solo retórico: la creación de este comité —Chiapas es, hasta ahora, el tercer estado en instalarlo y el cuarto en armonizar su marco jurídico de transparencia— es una apuesta firme por la rendición de cuentas y la confianza ciudadana . Frente a representantes de los poderes Legislativo y Judicial, y organismos autónomos, Ramírez no solo declama su compromiso, lo formaliza. Se trata de una nueva forma de gobernar: equitativa, abierta y sin complicidades.

Pero la moral pública no basta si carece de acción concreta. En este sentido, el gobernador también ha impulsado un ajuste salarial del 4 % para los trabajadores de la burocracia estatal . Es una señal tangible de que la honestidad se refleja en el bienestar laboral de quienes hacen funcionar la administración pública. Un gesto que, aunque modesto, reafirma la convicción de que los recursos deben retribuir a quienes sirven de manera leal y constante.

Simultáneamente, esta administración sostiene una lucha sin tregua contra la inseguridad, donde la consistencia entre transparencia, estabilidad laboral y seguridad crea una narrativa sólida: un gobierno que no solo habla de cambiar, sino que lo demuestra con decisiones concretas.

Este equilibrio entre palabra y obra define la verdadera autoridad moral: no basta con declararse honesto, hay que materializar ese compromiso en instituciones efectivas. El Comité de Transparencia es un puente entre ciudadanía e instituciones; el aumento salarial, una muestra de reconocimiento a la burocracia; y la contención de la violencia, una garantía de paz para la sociedad chiapaneca.

Así, Ramírez Aguilar reafirma su propósito: terminar su gobierno “con la satisfacción del deber cumplido”, dejando “alma, corazón y vida para servir a Chiapas” . Si esos valores se mantienen firmes, este periodo será recordado como una auténtica Nueva ERA donde la ética pública volvió a ser el centro del poder.

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