Cuando en el pasado, la violencia, la desigualdad y la falta de oportunidades marcaban la realidad de miles de familias, el gobierno de Eduardo Ramírez Aguilar llegó a la vida de las y los chiapanecos con un mensaje claro: el verdadero desarrollo no se mide solo en obras de infraestructura o cifras económicas, sino en la capacidad de garantizar un presente digno y un futuro esperanzador para niñas, niños y adolescentes.

Durante el foro estatal “La paz comienza en casa: la crianza positiva para prevenir la violencia”, el mandatario chiapaneco no solo abordó las cifras alarmantes que posicionan a Chiapas en el primer lugar nacional de embarazos infantiles y en altos índices de delitos contra menores; también mostró que su gobierno reconoce la raíz del problema y actúa desde un enfoque integral. Endurecer penas e impedir la prescripción de ciertos delitos es un paso firme contra la impunidad, pero el verdadero cambio —como él mismo subrayó— requiere la suma de familias, escuelas, iglesias, organizaciones civiles y organismos internacionales.

Este enfoque trasciende lo punitivo para adentrarse en lo preventivo. La crianza positiva, la construcción de hogares libres de violencia y la educación basada en el respeto y el diálogo son políticas de largo alcance que no solo protegen a la infancia, sino que transforman la cultura social de fondo. En este sentido, el papel del DIF Chiapas, encabezado por Sofía Espinoza Abarca, cobra relevancia al articular esfuerzos con Unicef y llevarlos a los municipios con mayor vulnerabilidad.

La inclusión de las voces de niñas y niños, a través de la política transversal implementada por SIPINNA, es más que un gesto: es el reconocimiento de que la niñez no es un sector pasivo, sino protagonista del presente. Cuando una adolescente como Daniela Montero Padilla agradece la oportunidad de ser escuchada y señala que “cuando se nos educa con amor, aprendemos a confiar, a dialogar y a vivir en paz”, se resume la esencia del humanismo que impulsa esta administración.

Ramírez Aguilar parece entender que recuperar la paz en Chiapas pasa por sembrar justicia y bienestar desde la infancia, pero también que un gobierno humanista debe atender las necesidades básicas, potenciar el desarrollo productivo y generar condiciones de igualdad real. Apostar por la niñez no es un gasto, es una inversión en el tejido social que sostendrá la paz y la prosperidad del estado en las próximas décadas.

En un país donde el discurso muchas veces queda atrapado en promesas, el reto será mantener y profundizar estas políticas, evaluarlas con transparencia y garantizar que lleguen a cada rincón de Chiapas. Porque transformar la realidad de las infancias es, en esencia, transformar el destino de toda la sociedad.

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