Oplus_131072

La reciente columna de Javier Cercas, publicada en El País Semanal bajo el título “Para qué escribimos en los periódicos”, nos confronta con una pregunta fundamental en estos tiempos de saturación digital, infoxicación y banalidad acelerada: ¿vale la pena seguir escribiendo —y leyendo— prensa seria en medio de una sociedad más seducida por los memes que por los argumentos, más entregada al espectáculo que al pensamiento?

Desde la trinchera del periodismo independiente, donde las certezas son pocas pero la convicción permanece, compartimos la inquietud que atraviesa el texto de Cercas: escribir en los periódicos ya no garantiza influencia, poder, ni siquiera resonancia; lo que sí garantiza, sin embargo, es un acto de responsabilidad. Escribir —o leer— en un diario hoy es casi un acto de resistencia cultural, una manera de seguir creyendo que la palabra razonada puede abrirse paso entre el ruido, que el análisis puede sostenerse frente a la velocidad, y que el pensamiento aún puede tener un lugar en la vida pública.

Porque sí: vivimos tiempos donde lo viral pesa más que lo veraz, donde la verdad se relativiza al ritmo de los algoritmos, y donde los foros de opinión se han desplazado a escenarios donde importa más el impacto que la profundidad. La prensa tradicional, y más aún la prensa libre e independiente, parece remar contra corriente. Pero como sugiere Cercas, tal vez ahí reside precisamente su valor: no en seguir la corriente, sino en ofrecer una orilla a quien aún quiere pensar.

Nos enfrentamos a una crisis de atención, pero también a una crisis de memoria y de sentido. En sociedades que parecen anestesiadas por los escándalos exprés y el entretenimiento vacuo, escribir en un periódico es una forma de no ceder del todo. Una forma de seguir defendiendo la deliberación democrática, la vigilancia del poder, la capacidad de reflexión crítica. Es, en palabras mayores, una forma de dignidad.

En el ámbito del periodismo independiente, donde no se escriben editoriales al dictado de intereses corporativos ni se editorializa por encargo, esta práctica se vuelve aún más vital. Porque aunque seamos pocos, aunque a veces gritemos en el desierto, creemos que todavía hay quien quiere escuchar. Quien quiere entender. Quien quiere algo más que la consigna o la imagen viral.

El texto de Javier Cercas no es un lamento nostálgico, sino un recordatorio urgente: seguimos escribiendo en los periódicos —y seguimos leyendo— no por costumbre, sino por convicción. Porque no todo está perdido. Porque hay que seguir haciendo preguntas, incluso cuando las respuestas se diluyen en los trending topics. Porque alguien debe cuidar la memoria, narrar los matices, defender la verdad cuando todo parece negociable.

Y sobre todo, porque, como bien dijo Albert Camus, “el periodista es el historiador del presente”. Que no se nos olvide. Mientras haya quienes escriban con honestidad, y quienes lean con espíritu crítico, la sociedad aún tendrá una tabla de salvación. Por pequeña que parezca, todavía flota. Y vale la pena seguir aferrados a ella.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí