Cuando se habla de huracanes, lo primero que se nos viene a la mente son imágenes de destrucción: casas derrumbadas, calles inundadas, familias desplazadas. Es cierto, los huracanes arrasan con todo a su paso. Pero también dejan ver una cara que pocas veces se cuenta: la del corazón humano que se agiganta frente a la adversidad.
En cada emergencia, en cada zona de desastre, emergen gestos de solidaridad que se convierten en refugio emocional y físico para quienes lo han perdido todo. Vecinos que comparten techo, desconocidos que extienden una mano, comunidades que se organizan para alimentar, vestir y reconfortar. Los huracanes, sin quererlo, nos recuerdan que somos más fuertes cuando actuamos juntos.
El lado bueno de estos fenómenos no está en la tormenta misma, sino en la respuesta de la sociedad. En la brigada juvenil que se lanza a limpiar escombros. En el rescatista que arriesga su vida por salvar otra. En la mujer que cocina para los damnificados, aunque su propia casa esté inundada. Es en esos momentos cuando lo humano se impone a lo destructivo.
Además, los huracanes sacuden nuestras rutinas para recordarnos lo esencial: que un techo, una comida caliente y el abrazo de un ser querido valen más que cualquier bien material. Nos obligan a replantear prioridades, a estrechar lazos, a reconstruir no solo viviendas, sino también vínculos comunitarios.
Sí, los huracanes duelen. Pero también nos enseñan. Nos enseñan que la esperanza se vuelve más fuerte cuando se comparte, que la empatía es una forma de resistencia, y que, en medio del caos, aún somos capaces de lo mejor.
Porque cuando los vientos se calman y las aguas bajan, lo que permanece no son solo las pérdidas, sino también las historias de valentía, de compasión y de humanidad. Y ese, sin duda, es el verdadero rostro de la resiliencia.
Hoy más que nunca, debemos ser solidarios con nuestros connacionales de Oaxaca y de los estados que han sufrido pérdidas materiales y humanas, y que hoy enfrentan condiciones difíciles desde albergues temporales. Ellos necesitan no solo apoyos materiales, sino también el respaldo moral y humano de todo un país que se sabe fraterno.
 
			 
		