En tiempos donde la política suele percibirse lejana, y donde la investidura del poder público suele aislar a quienes lo ejercen, actos como el del gobernador Eduardo Ramírez Aguilar reafirman que el servicio público es, por encima de todo, un ejercicio humanista.
Ayer, en plena avenida de Tuxtla Gutiérrez, bajo la lluvia intensa que azotaba la capital, el gobernador no dudó en detener su paso para auxiliar a un motociclista atrapado por las inclemencias del clima. No fue un gesto programado, ni un acto para las cámaras: fue una respuesta espontánea, nacida de la empatía, la solidaridad y el profundo compromiso con el pueblo chiapaneco.
Este hecho, que pudo haber pasado desapercibido, cobra un valor simbólico inmenso en un contexto donde muchos funcionarios públicos recorren las ciudades a bordo de camionetas de lujo, blindadas y escoltadas, desconectados de la realidad que viven las y los ciudadanos. Eduardo Ramírez, en cambio, ha dado una lección: gobernar es estar presente, es ensuciarse los zapatos, mojarse bajo la lluvia, tender la mano sin distinción y estar ahí cuando más se necesita.
Este gesto reafirma lo que ha venido construyendo desde el inicio de su mandato: una administración sustentada en los valores de la Nueva ERA, donde la cultura del esfuerzo no es solo un discurso, sino una experiencia de vida. Porque Eduardo Ramírez no es un político improvisado ni un heredero de privilegios: es un hombre forjado en la adversidad, un chiapaneco que ha escalado cada peldaño con trabajo, constancia y sentido del deber.
Hoy Chiapas tiene al frente a un gobernador que no solo diseña políticas para recuperar la paz, la justicia social y la dignidad de las comunidades; también las encarna. Su presencia en las calles, sin protocolos excesivos, su cercanía con la gente y su disposición a actuar, hacen eco del humanismo que tanto se necesita en el ejercicio del poder.
Que este episodio sirva de ejemplo para muchos integrantes del gabinete estatal y para todos aquellos que han olvidado que la función pública se debe al pueblo. Gobernar no es un privilegio, es una responsabilidad. Y Eduardo Ramírez Aguilar ha dejado claro que la Nueva ERA no es un lema: es una forma de servir.
 
			 
		