Se equivoca Jacobo Nazar si cree que los ejidatarios de Jiquipilas y Cintalapa siguen siendo tontos para volver a creer en los oportunistas.

Ayer, durante la asamblea ejidal celebrada en la colonia Nueva Palestina de Jiquipilas, dio a entender que al gobierno del Doctor Eduardo Ramírez Aguilar no le interesa apoyar los proyectos de reforestación y propuso, con su estilo caduco y jurásico, «organizarnos» para demostrarle que los campesinos pueden hacer las cosas por sí solos; bueno, no tan solos, sino con el falaz apoyo de su asociación civil que, afirmó, busca revertir la gran crisis del agua que se aproxima ayudando a la gente a germinar arbolitos que en diez años podrán comercializar en la industria maderera que, valga recordar, es la responsable de la depredación ambiental y de los graves daños a los ecosistemas.

Evidentemente, Jacobo Nazar vive fuera de la realidad y cree los años de las vacas sagradas beneficiadas con recursos públicos y candidaturas políticas van a volver para entregarles el trono de privilegios en el que por tantos años vivieron, se enriquecieron e hicieron de las organizaciones campesinas grupos de choque con los que chantajeaban a su antojo a los gobiernos.

Dice Jacobo Nazar que hay que ponerle el ejemplo al gobierno del Doctor Eduardo Ramírez Aguilar y después negociar apoyos para continuar salvando al medio ambiente. Vaya, aparte de talibán ahora es ambientalista y líder de un séquito de improvisados que saben de política, lo que Nazar sabe del Acuerdo de París.

Es muy apresurado andar alborotando las galleras con intereses evidentemente electorales hacia el 2027. Colgarse del tema ambiental resulta fácil para quienes tienen prisa por mostrar sus «suspiraciones» a alguna diputación u otros cargos de elección popular, a sabiendas que, existe ya una nueva generación de políticos que somos producto de la experiencia viva entre los viejos cacicazgos y las nuevas formas de entender las relaciones del poder en un escenario global que marca enormes desafíos, y en un país que apenas cambia de plumaje hacia un nuevo modelo de democrático y equilibrio de poderes.

Pero, en fin, regresando al tema de salvar al planeta, mientras expertos en derecho medioambiental y líderes indígenas abogan por un cambio transformador en la forma en que abordamos la relación entre las personas y el planeta, los políticos parecen ignorar la importancia de este tema.

En una reciente sesión del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, Constanza Prieto, directora jurídica para América Latina del Earth Law Center, destacó la diferencia fundamental entre el derecho medioambiental tradicional y el derecho de la naturaleza. Mientras que el primero considera a la naturaleza como un objeto que puede ser explotado hasta cierto límite, el derecho de la naturaleza la reconoce como un sujeto que merece respeto y protección en sí mismo.

La doctora Kelsey Leonard, profesora de Derecho de la Naturaleza en la Universidad de Waterloo, comparó el derecho de la naturaleza con un árbol que tiene muchas ramas, como los derechos de los animales o los derechos indígenas, y que siempre puede crecer más. Sin embargo, parece que los políticos no están prestando atención a estas voces expertas.

La ignorancia de los políticos sobre el tema es alarmante, especialmente cuando se considera la gravedad de los problemas medioambientales que enfrentamos actualmente. La falta de comprensión y reconocimiento de los derechos de la naturaleza puede tener consecuencias devastadoras para el planeta y sus habitantes.

Proponer plantar arbolitos para en diez años sacrificarlos es lo más ridículo que hemos escuchado de entre muchos pseudoambientalistas que desfilan por nuestra lupa. Esto es explotación forestal y nada tiene ver con la visión integral del derecho de la naturaleza.

Los tiempos en política cambian como cambian los árboles. Hay nuevos cuadros comprometidos con defender una agenda basada en el pleno respeto a los derechos humanos y la justicia social. ¡Y vaya que han demostrado que tienen con qué!

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