Caída Libre/Por Pascual Yuing

Han corrido ya los primeros días del año 2024, en momentos que sobre el pueblo palestino cae una andanada de bombas y habiendo cientos de nuevas víctimas, mientras el Estado de Israel es apoyado por el imperialismo estadounidense junto con las demás potencias capitalistas, para expulsar (además de la masacre actual) a los dos millones trescientos mil palestinos de la Franja de Gaza. «Esto es la guerra», proclamó el Primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
Los trabajadores, los jóvenes y los pueblos del mundo, consternados por las miles de víctimas civiles, en particular los jóvenes y los niños brutalmente arrancados de la vida en Israel y en Gaza, se han declarado contra la guerra y la explotación que lleva setenta y cinco años devastando esa región. Durante este tiempo, el pueblo palestino fue expulsado de su tierra, expulsado de sus pueblos, sus hogares fueron destruidos y le han negado el derecho al retorno. Se ha enfrentado a una colonización que devora cada vez más tierras palestinas, sometidos a un auténtico régimen de apartheid, de discriminación, opresión y humillación, ante lo que nunca han dejado de resistir y combatir; ante lo que sin duda continuará, pues Netanyahu reivindica la Guerra, ha dicho que pretende prolongarla y que esto sólo es el principio.
Pues conforme la organización capitalista ha sustituido en cada estado por separado a los procedimientos anárquicos de la producción capitalista, se han agudizado en cambio en la economía mundial las contradicciones de la competencia, de la anarquía. La lucha entre los mayores estados conquistadores condujo inevitablemente a las monstruosas guerras imperialistas de 1914-1918, de 1939-1945 y a todas las guerras posteriores de conquista, de rapiña, como las “humanitarias” de ahora. Estamos frente a la evidencia, de que la sed de beneficios ha empujado constantemente al capitalismo mundial, a la lucha por conquistar nuevos mercados.
Porque una vez culminada la conquista del mercado mundial, el capitalismo ya sólo puede intentar superar las contradicciones de su estructura social mediante la destrucción masiva de la fuerza de trabajo y el resultado final del proceso capitalista de producción, está siendo el caos. Las contradicciones del régimen capitalista se revelan a la humanidad en forma de generalización del hambre, de epidemias y del recrudecimiento de todas las formas de barbarie; la “depauperación”, se convierte en una tendencia general que afecta a todos los pueblos. Incluso, no se trata solo de “depauperación social”, sino que también implica un empobrecimiento psicológico y moral.
Sin darnos cuenta, la dependencia que tenía el “papel moneda” respecto al fundamento material de la producción se ha roto, perdiendo cada vez más su valor como medio de regulación del intercambio de productos; se ha transformado, únicamente en instrumento de requisa, de conquista y en general de presión militar, económica y política. Los instrumentos de la especulación se han desarrollado en todas las formas, como gigantescas setas parasitarias sobre la economía mundial.
La consecuencia no es que los mercados financieros sean una categoría distinta del mercado mundial, son en cierto modo la expresión viva del callejón sin salida del régimen de propiedad privada de los medios de producción, porque la creciente dificultad de los capitales para valorizarse en el terreno de la producción conduce a la constante apropiación de plusvalía a través de la especulación.
Asistimos a un doble fenómeno en apariencia contradictorio. En un polo de la economía un hinchamiento sin precedentes, a un ritmo nunca igualado hasta ahora, de la acumulación de beneficios financieros y especulativos en todas las plazas del planeta; en el otro polo, un proceso de desindustrialización y de destrucción del conjunto de la infraestructura industrial, como de la fuerza laboral.
Es evidente, que el imperialismo arrastra a la humanidad a la barbarie. Hacia las guerras, hacia las amenazas de sometimiento, las amenazas contra el medio ambiente, mientras la especulación financiera hace que los capitalistas acumulen beneficios sin precedentes. El deterioro de la situación de miles de millones de seres humanos alcanza nuevas alturas: crece el hambre, se extienden las epidemias, aumenta la inseguridad, estados enteros se desintegran y desaparecen o son entregados a bandas armadas financiadas por las multinacionales que tienen como objetivo las riquezas del subsuelo. Decenas de millones de personas son arrojadas a los caminos del exilio, donde miles perecen cada año.
La descomposición de la sociedad en un extremo y la acumulación de inmensas riquezas en el otro, son el retrato traumático del callejón sin salida que nos ofrece ahora el sistema capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción.
¿Acaso no es momento para pensar, que la producción debería ser controlada por los propios productores? De tal forma, que la economía debería estar al servicio de las necesidades del género humano, de su desarrollo y de la preservación de su medio ambiente, y no de la búsqueda de beneficios para unos pocos explotadores. Se requiere, combatir para allanar el camino a gobiernos de la clase obrera, gobiernos de paz y no de guerra.
 
			 
		