Por Pascual Yuing

El mundo vive un momento de violencia y conflictos desestabilizadores que sumen en la desesperación a grandes grupos de población; la ONU señala, que la guerra contra la guerra no marcha bien. “Tras decenios de avances en la reducción de la carga mundial de conflictos violentos, los últimos cuatro años se viene observando un aumento planetario del conflicto armado, la violencia contra civiles y otras formas de violencia, todo ello acompañado de una crisis sin precedentes en los desplazamientos mundiales y un apreciable deterioro del bienestar humano en las zonas afectadas por conflictos.”

En nuestro país, Chiapas es uno de los Estados que mayor refleja estas malas condiciones de vida, en donde los diversos y constantes acontecimientos violentos que presenta ponen en riesgo la paz y la justicia, provocando manifestaciones de rechazo y que la población se organizase en respuesta a la situación, al grado que algunos hablan de una posible guerra civil.

Y bastan sólo dos ejemplos, hace poco el surgimiento del grupo armado de autodefensa denominado El Machete, quienes en un comunicado dirigido a la Organización de las Naciones Unidas dijeron que su paciencia se acabó porque los gobiernos no dan ninguna esperanza ante el dolor por tanta sangre derramada; y recientemente, lo que señala en su comunicado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de que tomarán las medidas pertinentes para que se aplique la justicia a los criminales, ante la acción y omisión de las autoridades.

En estas condiciones, la reducción de la violencia en Chiapas como a nivel mundial, debe ser un objetivo prioritario; la pregunta es, cómo puede hacerse realidad, cómo medir la violencia, qué hacer para reconocerla, con qué recursos, quiénes deben responsabilizarse y de qué manera debe hacerse. Hay quienes dicen, que sólo podrá derrotarse a la guerra mediante avances en la mitigación de la pobreza y en el aumento del nivel de vida, lo que exige actuar con determinación.

Después de tantas experiencias, hay quienes aseguran que está empíricamente demostrado, que para ganar la guerra a la pobreza la comunidad internacional debe ganar la guerra a la propia guerra y esto para quienes critican es un sueño; pero alguien ha escrito, que es precisamente lo que se pretende, establecer aspiraciones y desafiar al mundo a conseguir lo que para muchos es irrealizable.

Es preciso entonces, no sólo orientar hacia el objetivo de reducir la violencia, sino también concitar como nunca antes la energía, los conocimientos especializados y los recursos en aras de su cumplimiento. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan reducir sustancialmente todas las formas de violencia, trabajando con los gobiernos y las comunidades para encontrar soluciones duraderas a los conflictos e inseguridad, suscitando alianzas para fortalecer el Estado de derecho y la promoción de los derechos humanos, así como la reducción del flujo de armas ilícitas y la consolidación de la participación de los países en vías de desarrollo en las instituciones de gobernabilidad mundial.

Si bien los Objetivos de Desarrollo Sostenible no aportan todas las respuestas, sí fijan las prioridades y expectativas del mundo entero, establecen puntos de referencia para que podamos determinar nuestro avance y dan el banderazo de salida a una iniciativa mundial concertada.

La tarea que ahora tienen los gobiernos por delante, consiste en planificar la manera de cumplir estos objetivos y vigilar los avances, ocupándose de la difícil encomienda de recabar los recursos y la voluntad política necesarios. Al final, a todos nos incumbe hoy, la responsabilidad de colaborar en la determinación de los importantes papeles que podemos cumplir para reducir la violencia en todo el mundo y que de menos en nuestro Estado de Chiapas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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