“Hay que gestrificar nuestros núcleos familiares, hay que agregar valor a nuestra voz.” Esta premisa no sólo plantea un cambio de enfoque: es un llamado urgente a transformar nuestra convivencia, nuestras economías y nuestras formas de producir y relacionarnos. Hoy más que nunca, debemos impulsar la economía familiar, apostar por la innovación digital, desarrollar habilidades en las nuevas generaciones y, sobre todo, reconocer y respaldar a las mujeres que construyen sociedad desde sus hogares, mercados, escuelas y las batallas cotidianas.
Y es que mientras muchas familias luchan para dar de comer a sus hijos, el fenómeno de los préstamos “gota a gota” se expande como un virus silencioso: lo que comienza con una aparente “ayuda rápida” con préstamos sin requisitos, se convierte en una trampa. Las tasas de interés son exorbitantes y los pagos diarios, inasumibles, tal como lo reporta Diario de Querétaro en su edición del 25 de agosto de 2025. En respuesta, el Congreso local ha discutido una iniciativa para contener esta expansión, y se buscan sanciones —incluyendo prisión— para quienes empleen violencia física o moral en los cobros.
Frente a esta urgencia, la economía familiar debe fortalecerse desde dentro, con acceso real a soluciones financieras dignas, capacitación en administración cotidiana y redes solidarias que reduzcan la dependencia de esquemas predatorios.
No basta con resistir: hay que innovar. Nuestros hijos, hijas, sobrinos y sobrinas merecen oportunidades que les permitan desarrollar competencias digitales, emprender con creatividad y pensar en soluciones para comunidades. La escuela ya no es solo un salón de clases; puede ser un laboratorio de negocios, un taller de diseño comunitario, un espacio para pensar con autonomía y propósito.
Equipar a las nuevas generaciones con herramientas digitales y pensamiento crítico es apostar por sociedades con más oportunidades y justicia. El talento no está en las universidades prestigiosas, está en cada rincón donde hay ganas de crecer.
Desde la esquina de la cocina, desde el pasillo del mercado, desde el aula o el puesto ambulante, las mujeres están moviendo el país. Su labor, muchas veces invisibilizada, teje redes, sostiene economías domésticas y fortalece comunidades. Nos corresponde a todos apostar por ellas: que accedan a microcréditos formales, a capacitación, a ambientes seguros, a reconocimiento público.
Es tiempo de darles voz, recursos y respaldo. Que sus iniciativas cuenten. Que sus historias sean visibles. Que sus éxitos sean celebrados como motor de transformación.
Retomar nuestro tejido familiar, significa valorar lo que ocurre dentro de casa, pero también viejovenar la económica que lo sostiene. Al mismo tiempo, debemos conectar esos esfuerzos con lo global, sin perder la autenticidad de lo local.
La propuesta es clara: fortalecer la economía del hogar, innovar con herramientas digitales, educar para el siglo XXI y reconocer el rol central de las mujeres. Es una apuesta por una sociedad más justa, más creativa y que haga sentido para quienes menos tienen.
 
			 
		