Por Pascual Yuing
El objetivo con que dio inicio esta celebración hace muchos años, cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tuvo una reunión en Ginebra, Suiza, en la que decidió reafirmar los derechos de los niños universalmente, fue la de concienciar a la sociedad sobre la importancia de velar por el bienestar, la educación y el desarrollo de los niños y niñas, así como promover la igualdad de oportunidades y la protección de sus derechos.
Sin embargo, ahora el Día del Niño se celebra en muchos lugares simplemente con actividades lúdicas y recreativas, con regalos y muestras de afecto hacia los más pequeños, como si el mundo estuviera muy bonito, como si no hubieran tantas injusticias y desigualdades.
¿Acaso no debería ser mejor una fecha importante para reflexionar sobre las necesidades y desafíos que enfrentan los niños y niñas en todo el mundo? Porque los niños suelen ser vistos como seres inocentes, llenos de vida y alegría, pero ¿qué futuro les espera en un entorno cada vez más incierto y despiadado?
Muchos niños están creciendo en medio de un mundo vertiginosamente violento, enfrentados a un panorama social y económico incomprensiblemente incierto. En familias donde los padres luchan día a día por mantenerlos con empleos precarios, con salarios insuficientes para cubrir sus necesidades básicas y donde la realidad actual es que muchas familias viven en la zozobra. En donde la incertidumbre laboral es como un fantasma que recorre los hogares, que desdibuja la posibilidad de un futuro estable y próspero para los niños.
¿Qué estamos haciendo para garantizar un futuro seguro y próspero para todos los niños? Porque mientras la pobreza siga siendo el principal problema del mundo, nadie puede decir a qué sabe el Día del Niño. Porque ni es una celebración internacional ni se realiza en honor a los niños y niñas de todo el mundo; aún cuando así haya sido decretado por la Asamblea General de la ONU, con el objetivo de promover y proteger los derechos de la infancia.
Es necesario, reflexionar sobre la barbarie que vivimos, en la que la desigualdad y la injusticia se han vuelto corrientes. Porque ser niño en medio de la inseguridad y los problemas globales es una terrible experiencia, porque los niños son especialmente vulnerables a las situaciones de peligro y caos; porque en suma, les genera una sensación de tristeza y desesperanza. Y ellos no saben, cómo procesar todas estas emociones y cómo encontrar una respuesta a tantos desafíos.
Y porque los niños suelen depender de los adultos para sentirse seguros y protegidos, ante la falta de certezas y la presencia de amenazas que les provocan un profundo sentimiento de miedo y desamparo; por eso precisamente, es responsabilidad de los adultos ayudar a los niños a enfrentar estas dificultades.
Es urgente, tomar medidas para garantizar un futuro digno para todos los niños, donde la igualdad de oportunidades sea una realidad y no un sueño inalcanzable. Porque los niños merecen crecer en un entorno seguro y estable, donde puedan desarrollar todas sus potencialidades. Es responsabilidad de todos construir un mundo más justo y equitativo, donde los niños puedan ser niños sin tener que preocuparse por lo que el futuro les depara. Hagamos de ese futuro incierto algo seguro y prometedor para todos; ha llegado el momento de despertar, para no claudicar en este mundo de inseguridad y violencia que vivimos. Y hasta más.
 
			 
		