Es lamentable que intereses particulares de 4 maestros de la escuela preparatoria número 3 de Tapachula, no permitan que los alumnos estén en clases presenciales, no es la primera vez que actúan así, esta histórica escuela que ha formado a muchos profesionistas, que sus aulas rebasaban los 40 alumnos por aula, que destacaba en el deporte, la ciencia y en los eventos cívicos.
No obstante, en los últimos años ha perdido el prestigio, el orgullo de viejos maestros ha sido mancillado, es por eso que padres de familia no inscriben a sus hijos en esta escuela, la matrícula escolar ha descendido y todo por el interés de Gamaliel Nervan Gómez Garrido, Carlos Muñoz Morales, Moisés Brizuela y Oscar Rizo, todos ellos aliados a Humberto Ruiz, quien se presenta como presidente de la sociedad de padres de familia, quien desde hace 8 años no tiene hijos en esa escuela y sigue siendo prácticamente el dueño del Comité.
Estas personas que le están robando el futuro a los jóvenes tapachultecos no han permitido que haya clases presenciales, el pretexto es inventado, en esa escuela ellos mandan, son los dueños, amenazan a padres de familia, a los alumnos. ¿Hasta cuándo se les permitirá? Hay un clamor de padres de familia que sus hijos tengan clases.
Bajo el título “Las niñas, niños y adolescentes no pueden esperar más”, el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidades para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) hicieron un llamado internacional para apoyar los esfuerzos a fin de garantizar el retorno a clases presenciales desde marzo pasado.
A pesar que la educación es un derecho humano y un bien público, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) estima que 268 millones de niños y adolescentes en todo el mundo están fuera de la escuela; y al menos 617 millones de jóvenes no puede leer ni realizar cálculos matemáticos básicos.
En reiteradas ocasiones, la Unesco ha hecho un llamado urgente a garantizar este derecho e impulsar un cambio hacia una educación más inclusiva y humanista, en particular tras los estragos causados por el covid-19 en todos los sistemas educativos del orbe.
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, subraya que las “flagrantes desigualdades, un planeta dañado, la creciente polarización y las devastadoras consecuencias de la pandemia nos plantean una decisión generacional: seguir por un camino no sostenible o cambiar radicalmente de rumbo. La educación puede ayudarnos a resolver todos estos problemas, pero debe hacer frente a serios desafíos”.
Los trastornos provocados por el covid-19 no han hecho más que agravar una crisis educativa que, incluso antes de la emergencia sanitaria, “excluía a 268 millones de niños de la escuela, especialmente a las niñas.
A raíz de esa exclusión, millones de niños, jóvenes y adultos podrían ser víctimas de la pobreza, la violencia y la explotación.
 
			 
		