A la izquierda, un Ángel que ha perdido las alas —y de paso la aprobación ciudadana—. En el centro, el Fiscal General del Estado, Jorge Llaven, sonriente y cómodo en su papel de operador político eficaz. A la derecha, Paco Chacón, político de una pieza, Secretario del Humanismo, que ya muchos ven como el salvavidas del barco tuxtleco que amenaza con hundirse... ¡otra vez!

Al final, esta foto grupal en Copoya no es solo el registro de un evento. Es la crónica anticipada de una reconfiguración política en Tuxtla. Es una postal donde cada gesto, cada mirada y cada silla ocupada cuenta una historia distinta

Angel Yuing Sánchez/Chiapas Observa.- La imagen lo dice todo. Tres personajes sentados al frente en lo que debería ser una estampa de unidad institucional, pero que termina por parecer más bien un retrato hablado del naufragio político en Tuxtla Gutiérrez. A la izquierda, un Ángel que ha perdido las alas —y de paso la aprobación ciudadana—. En el centro, el Fiscal General del Estado, Jorge Llaven, sonriente y cómodo en su papel de operador político eficaz. A la derecha, Paco Chacón, político de una pieza, Secretario del Humanismo, que ya muchos ven como el salvavidas del barco tuxtleco que amenaza con hundirse… ¡otra vez!

Pero vayamos por partes, como los discursos.

El evento era simple: dar el banderazo al programa de Mejoramiento del Alumbrado Público en Copoya. Una acción noble, sí, pero también reveladora. Porque cuando el Fiscal —sí, el Fiscal— es quien entrega el mapeo de las colonias más inseguras, uno se pregunta: ¿y el alcalde, en qué anda? ¿No debería ser él quien tenga ese diagnóstico y las propuestas?

Mientras tanto, Jorge Llaven toma el micrófono y da cátedra. Habla de seguridad, de miedo, de mujeres que no caminan por calles oscuras y de cómo una lámpara puede ser sinónimo de felicidad. Más allá de lo cursi o inspirador que eso suene, el trasfondo es claro: el Fiscal no solo ilumina calles, también ilumina vacíos de poder.

Y mientras el Fiscal actúa, el alcalde Angel Torres asiente… o al menos lo intenta. Porque su presencia es más bien un recordatorio de que estar, no siempre es lo mismo que participar. El rostro lo delata: entre incómodo, resignado y consciente de que su administración ha perdido brillo más rápido que un foco de 20 pesos. Su narrativa ya no conecta, y su ausencia en la foto en zonas clave como El Jobo lo confirma.

Y entonces aparece el tercero en discordia: Francisco Chacón, el Secretario del Humanismo. Sí, del Humanismo, esa palabra que parece sacada de un curso de filosofía política pero que aquí suena cada vez más como «plan B» para quienes ya perdieron la fe en el alcalde. Chacón no solo acompaña: se posiciona, escucha, proyecta, opina… y gana puntos con el gobernador Eduardo Ramírez Aguilar, quien no es ajeno al desastre capitalino.

¿Y la ciudadanía? Pues, a oscuras, como siempre. Aunque ahora con promesa de luz LED.

Al final, esta foto grupal en Copoya no es solo el registro de un evento. Es la crónica anticipada de una reconfiguración política en Tuxtla. Es una postal donde cada gesto, cada mirada y cada silla ocupada cuenta una historia distinta. Una imagen donde los que deberían liderar apenas sobreviven, y los que vienen de fuera —como el Fiscal y el Secretario del Humanismo— terminan por tomar el timón.

Porque, como bien saben los conocedores del engranaje político chiapaneco: cuando un alcalde necesita que el Fiscal le diga dónde poner las lámparas, es que ya se le fundió el foco… y probablemente también el mandato.

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