Pascual Yuing/Chiapas Observa.- Enfermar, sentirse desgraciado o encontrarse en una situación desagradable, no es una cuestión de mala suerte ni una casualidad o castigo divino; de acuerdo a la Metamedicina, no es más que el resultado de sintonizarte con determinada frecuencia. Y es que sólo hay que cambiar de una frecuencia negativa a otra positiva, para que el malestar, el dolor o la enfermedad desaparezcan, para transformar una situación difícil o para mejorar nuestra relación con los demás.

Si tu vecina te dice que tienes suerte, porque cada vez que viene a tu casa escucha melodías agradables, qué le responderías; si te dice, que en su casa no escucha más que malas noticias que la preocupan, y una música que la vuelve loca. ¿Le darías la razón? ¿Has de tener suerte y ella no? ¿Crees que la suerte tiene algo que ver con esto?

Sencillamente no, porque si comparamos nuestro cerebro con una radio que capta lo que difunde una emisora que sintonizamos al elegir una frecuencia, nuestra vecina simplemente podría cambiar de emisora o de frecuencia para que su situación cambiara; porque, cada pensamiento, cada emoción que tenemos, vibran a una determinada frecuencia, algo parecido a lo que sucede con una emisora. Veamos.

El número de ciclos idénticos de un fenómeno por unidad de tiempo, es lo que se define como frecuencia; por ejemplo la frecuencia respiratoria, que se refiere al número de ciclos respiratorios por minuto, como los hercios (Hertz) o unidades de frecuencia de un ciclo por segundo. Es por eso que a veces escuchamos en alguna emisora de radio decir, que están emitiendo a ciertos megahercios y si observamos con detenimiento, al sintonizar un poco antes o un poco después de la estación, el sonido en la radio se tergiversa y no se puede escuchar sin interrupciones; de igual forma sucede, con la salud y la enfermedad. Es decir, sincrética y metafóricamente, somos para quienes nos ven y escuchan, lo que transmitimos.

Al hablar específicamente sobre la aparición de una calentura en el labio superior, además de una erupción de granitos en los brazos, Claudia Rainville explica que eso es producto de una emoción de enfado y de tristeza, que nos deja sin energías; y hasta que ya no exista ninguna razón para estar enfadado, esta desaparecerá y recuperaremos la energía. Por lo consiguiente, las frecuencias vibratorias pueden ser altas cuando tienen como consecuencia el bienestar, la armonía, la felicidad y la salud; y bajas, cuando dan como resultado malestar, sufrimiento y enfermedad.

Al conocer el funcionamiento de las frecuencias vibratorias, podemos comprender cómo damos lugar a tal o cual enfermedad; y lo mismo sucede, con los acontecimientos que vivimos en nuestra vida. Parece mentira, pero la verdad, quién no ha observado que la persona que le tiene miedo a los perros o a los gatos, los atrae. Es posible comprobar entonces, que los pensamientos de miedo tienen una frecuencia vibratoria, que plasma en nuestro mundo el objeto de nuestro miedo, porque éste nos impulsa a actuar materializando lo que tememos. ¿Tendremos condiciones para aceptar que las frecuencias vibratorias que sintonizamos determinan lo que vivimos, en nuestra salud, en nuestra relación con los demás y en los diferentes acontecimientos que se manifiestan en nuestra vida?

Las frecuencias vibratorias están continuamente en nuestras vidas, cambiando de un momento a otro y encadenadas, igualmente como sucede en las emisoras de radio, que difunden a una hora noticias, a la siguiente música, después una entrevista, luego algún otro programa y así sucesivamente las 24 horas del día; es decir, las actividades se encadenan unas a otras diariamente. ¿Acaso nuestras vidas no son una sucesión de acontecimientos, que pueden resultar desagradables o también ser agradables?

La diferencia entre nosotros y una radio emisora, radica en que esta continuidad termina, por un lado cuando la radio se apaga y por el otro en el momento mismo de nuestra muerte; la gran coincidencia está, en que esta continuidad no se detiene, porque así como la radio continúa emitiendo incluso cuando la apagamos o cuando nuestro aparato no capta lo que se emite, de la misma manera nuestro cuerpo físico aun cuando se desintegre físicamente, continúa en planos invisibles para nuestros ojos. Todo depende del vehículo que utilicemos.

Así, hay mundos esquemáticos o vehículos que representan exponencialmente las dimensiones de nuestro ser. Entre los más conocidos, se encuentran el cuerpo físico que corresponde a nuestro cuerpo carnal y al mundo material; después está nuestro cuerpo astral correspondiente a nuestras sensaciones, a nuestras emociones y a nuestros sentimientos, llamado el mundo de los sueños, donde se representan religiosamente el cielo y el infierno, los sueños hermosos y las pesadillas; luego viene el mundo mental con el pensamiento creador; y finalmente el mundo causal o el mundo de las causas que engendran determinados efectos.

Al parecer, la mayor parte de los seres humanos no hacen uso de este último plano, penetrando en este mundo en un estado oculto, como una semilla que regresa a la tierra y se reactiva por la energía vital que la hace germinar; empero, la historia registra hombres como Jesús, que han podido materializar o desmaterializar la materia, engendrando las causas o transformándolas. ¿Quién eres tú? ¿Quién quieres ser? ¿Quién te gustaría ser? ¿Qué te hace falta para convertirte en un gran maestro espiritual? ¿Dejar tu envoltura carnal como sucedió con Jesucristo? Volveré a escribir, la próxima vez será sobre la vida que es la vida, la cual nunca muere.

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