¿Por qué Eduardo habla de un nuevo Constituyente?

Sin duda Eduardo Ramírez es el político más popular de Chiapas. No solo es conocido como el Jaguar Negro, ERA, Lalo, Eduardo, sino sobre todo por su carácter propio, por su perfil, por sus cualidades que lo llevaron a ganar la elección a la gubernatura del estado en junio pasado. Eduardo es por sobre todo, un hombre de estudios, de academia, pragmático pero no ignorante de la teoría.

El gobernador electo no se conformó con una curul en el Senado de la República luego de sus descuentros con el otrora partido en el poder en las elecciones del 2018 y con su mismo aliado político que significaba en Partido Verde bajo el control total del aún gobernador Manuel Velasco Coello. No, Eduardo fue más allá y no solo logró convertirse en un legislador clave para generar acuerdos entre las distintas bancadas sino que llegó a ostentar la investidura de presidente de la Mesa Directiva desde la que logró avances constitucionales, legales y nuevas leyes, además de superar pruebas de fuego como la aprobación para la creación de la Guardia Nacional.

Eduardo demostró su talla política al convertirse en un gran articulador de acuerdos al superar la polarización y dar paso a la conciliación y a la unidad. Pero no solo eso, también buscó crecer como un académico interesado en el estudio de las ideas, hecho que dejó confirmado al pasar a ser docente de la Facultad de Derecho en la máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), algo en lo que pocos legisladores chiapanecos han mostrado interés.

El pasado lunes, al asistir a la inauguración del Seminario «Tendencias Actuales del Estado» de la UNAM, Eduardo afirmó que la discusión de la reforma Judicial dará nueva vida al Estado mexicano, pero agregó que «en esta reforma, hay quienes también tienen la gran responsabilidad de conducir una entidad federativa, como en su caso particular como gobernador electo, en donde está planteando un nuevo Constituyente».

“Tiene que ver con una Constitución con mayores derechos, con mayor apertura a lo que significan las regiones de nuestro país, pero particularmente las regiones de mi entidad”.

En toda su historia, México como nación libre y soberana ha tenido seis constituciones. La primera emanada del movimiento de independencia de 1810, de los Sentimientos de la Nación proclamados por don José María Morelos y Pavón, y que al fin concluyó en el Congreso de Apatzingán celebrado en 1814.

La última y más importante fue resultado del Congreso Constituyente de 1917, luego del Movimiento de la Revolución Mexicana, de la que han emanado nuestras instituciones actuales y cuyas garantías y derechos el pueblo mexicano ha defendido por más de 100 años, a pesar de los gobiernos neoliberales que impulsaron reformas regresivas que durante el gobierno de Peña Nieto se sumaron en un acuerdo fast track bautizado como el Pacto por México.

La visión del gobernador electo -debe de quedar específicamente claro-, iría más allá de una profunda reforma constitucional. Estaría refiriéndose a un nuevo marco legal endosado a la reforma del Poder Judicial, que permitiría al Poder Ejecutivo convocar e incluso establecer las reglas del procedimiento para la creación de una nueva constitución política, una nueva constitución que nacería tras la desaparición del antiguo pacto social, un nuevo Constituyente que habrá de desechar lo que no sirve, lo que es caduco e infuncional en los nuevos tiempos, para garantizar en un marco de igualdad y equidad, el pleno goce de los derechos de las y los ciudadanos.

Es obvio que un gobernador electo con el perfil teórico-académico de Eduardo Ramírez Aguilar, no descarta la premisa de que un nuevo Constituyente implicaría a su vez la posibilidad de un nuevo órgano de representación popular, como él mismo lo ha dicho, donde todos los sectores y regiones estén legítimamente representados. Un gran Congreso Constituyente.

Eduardo se convertiría entonces en el antes y el después de la vida política y social de Chiapas, en el gran hito de la historia legislativa de la entidad y quizá, en el primer gobernador constitucional en ostentar el cargo más allá de seis años.

Yo no lo sé de cierto, pero lo supongo.

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