El agua es la fuente de vida como lo han dicho muchos, el líquido vital que nutre y purifica nuestro ser. Cada gota de agua es como un suspiro de vida que rejuvenece y refresca todo a su paso. Y así como el cuerpo necesita agua para sobrevivir, la mente y el espíritu también necesitan de ella para mantenerse en equilibrio; metafóricamente el agua se requiere para todo, aunque hayan cosas en la Tierra que no requieren agua para sobrevivir. No obstante, el consumo de agua va más allá de simplemente saciar la sed, de ser una forma de renovación y regeneración constante o una conexión con la esencia misma de la existencia. El agua nos está faltando, nos está haciendo falta aunque parezca pleonasmo, tanto así como la misma energía o los propios alimentos.
El calentamiento global que provoca desequilibrios atmosféricos y alteración en las condiciones meteorológicas, causando inesperados fenómenos naturales que mayormente azotan con intensidad impactando la tierra (temperaturas extremas, torrenciales precipitaciones, prolongadas sequías) ha traído como resultado entre la escasez de alimentos y la crisis de energía, la falta de agua; que sin saberlo acaso, nos ha llevado a encontrarnos en un grave riesgo.
Teniendo un origen multifactorial como diverso y siendo no sólo un problema de escasez, la crisis del agua está teniendo un grave impacto, en cascada o multidimensionalmente como dicen los investigadores. Simplemente en la Ciudad de México, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) ha informado, que se necesitan mínimo 70 mil millones de pesos para enfrentar la problemática sin precedentes relacionada con el acceso al agua potable.
En Chiapas específicamente, según el Plan Hídrico de 2023 más de 600 mil habitantes aún no tienen acceso directo al agua, ni disposición y saneamiento adecuado para consumo y uso doméstico. Organizaciones no gubernamentales han expuesto, que Chiapas es el estado con menor porcentaje de agua desinfectada para consumo humano en el país; y una de las entidades federativas, líder en desnutrición y mortalidad infantil debido a enfermedades estomacales, de las cuales el 48 por ciento podrían evitarse con medidas de higiene, con acceso a agua segura y saneamiento adecuado.
La UNAM ha titulado en su gaceta a la crisis que viene, el apocalipsis del agua. Y es que sin contar otros factores ya muy conocidos, de acuerdo a las Naciones Unidas se prevé que los suministros de agua almacenados en los glaciares y la capa de nieve disminuyan aún más durante este siglo; y que el aumento del nivel del mar, amplíe la salinización de las aguas subterráneas, disminuyendo la disponibilidad de agua dulce para los seres humanos y los ecosistemas presentes en las zonas costeras. Que el cambio climático, el crecimiento de la población y la creciente escasez de agua, ejercerán presión sobre el suministro de alimentos, así como sobre la mayor parte del agua dulce utilizada.
Es muy importante resaltar la complejidad y urgencia de la situación relacionada con el consumo de agua, y tomar medidas inmediatas para mitigar sus impactos negativos, para encontrar de forma efectiva acciones o soluciones viables que puedan contribuir a mitigar la crisis del agua. No es únicamente describir la magnitud de la problemática, también es la concienciación sobre la importancia del agua, el impacto del calentamiento global, la necesidad de inversión, la desigualdad en el acceso al agua y los pronósticos preocupantes.
Implementar tecnologías sostenibles, fomentar el uso eficiente del recurso hídrico y mejorar la infraestructura de suministro y tratamiento del agua, para mitigar sus impactos negativos y promover un uso más sostenible y equitativo, siguen siendo propuestas viables. Así como impulsar la innovación y la investigación en el ámbito de la gestión del agua, tanto a nivel tecnológico como en términos de políticas públicas, fortaleciendo la colaboración entre diversos actores, incluyendo gobiernos, organizaciones no gubernamentales, instituciones académicas y la sociedad civil. Además de sensibilizar a la población sobre la gestión sostenible del agua, promoviendo hábitos responsables y una cultura de cuidado del recurso hídrico, adoptando un enfoque holístico que aborde no solo la escasez de agua, sino también sus interrelaciones con otros desafíos globales como el cambio climático, la seguridad alimentaria y la salud pública.
La prevención debe seguir siendo una parte crucial para abordar la crisis del agua, pero se debe complementar con otras acciones para lograr un enfoque integral y efectivo, como implementar prácticas de gestión sostenible del agua a nivel individual, comunitario y gubernamental, mejorar y ampliar la infraestructura hídrica, promover la educación y la capacitación sobre el uso adecuado, conservación y reutilización del agua. Y además, impulsar la inversión en tecnologías innovadoras, desarrollar y aplicar políticas públicas integrales e involucrar activamente a la sociedad civil en la toma de decisiones relacionadas con la gestión del agua, para lograr un impacto significativo y sostenible en la gestión de este recurso vital, que cada día nos hace más falta.